Una camiseta de Maradona podría evitar el cierre definitivo del histórico bowling de Castelar
En septiembre del 2020 el bowling Palos de Castelar (Av. Rivadavia 19953) debió cerrar sus puertas por las deudas acumuladas a causa de la pandemia tras 50 años. El espacio fue puesto en alquiler y hoy en día, una camiseta firmada por Diego Maradona en el 2004 cuando fue a jugar a los bolos podría ayudar a su reapertura.
Romina Valentino es una de las dueñas del histórico espacio junto a su madre y en diálogo con Viví el Oeste señaló que el fin del bowling comenzó el 19 de marzo, cuando el Gobierno Nacional decretó que el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio.
“Dimos vacaciones forzadas al personal porque el sindicato nos informó que todo el personal gastronómico tenía que salir con las vacaciones esperando retomar nuevamente” recordó Romina. Sin embargo, lo que serían 15 días se extendió y los problemas comenzaron a aparecer.
“Llegó un punto en mayo que vimos que no había retorno, las cuentas seguían llegando, el comercio lo tenemos a nombre de mi mamá, jubilada de la mínima y con la jubilación era contradictorio a cualquier tipo de ayuda, acceder a un préstamos de cuota 0 no podíamos y cobra 17 mil$. Fuimos a hablar con el banco y como el bowling estaba cerrado no aseguraban el cobro”, lamentó.
Si bien lograron adherirse al ATP, en junio, cuando se anunció que el mismo no se renovaba, las deudas comenzaron a hacerse notar. “Solo veníamos pagando sueldos y el resto nada, el 30 de junio decidimos bajar la persiana, nos dimos de baja en AFIP”.
El delivery tampoco era una opción, cuatro hamburguesas no justificaban el mantenimiento de la estructura de 700m2. “Nos decían que no podíamos abrir, que éramos de los últimos rubros junto con los cumpleaños infantiles que todavía no activaron, ahí decidimos bajar porque no me parecía justo que después de tantos años de trabajo tengamos que acarrear tantas deudas”, señaló Romina.
Sumado a eso su madre había entrado en un pozo depresivo: el bowling era su vida, estaba allí desde los 23 años y hoy en día tiene 67. “Junto con mi papá decidieron alquilar, levantarlo a sudor y lágrimas y fue funcionando, el cambio mayor fue en el 90 cuando cambiamos la orientación del bowling a más para familiar”.
Ya en 2009 habían atravesado la crisis de la gripe porcina y para recuperarlo fueron cinco años en los que trabajaron de lunes a lunes sin franco ni vacaciones para lograr cancelar las deudas. “No me parecía justo volver a empezar todo de vuelta”.
Esos motivos llevaron a las dueñas a poner en alquiler la propiedad, pero entonces fue cuando en las redes sociales los vecinos comenzaron a pedir que no se vayan. “El bowling está desde el 70, era el cine antes de Castelar al que la mayoría de los abuelos fue, era sacarle parte de su historia. En redes explotó mal, es algo que ni nosotras teníamos noción, lo tomábamos como nuestro trabajo, Castelar es un barrio pueblo a la gente originaria le molesta que saquen lo que es de ellos, son lugares históricos”.
A pesar de lo que la gente pedía, Romina seguía pensando en que tenía que vivir. “Tengo deudas de patente, obras social, colegio, yo vivo sola, mi mamá vivía del bowling, cuando empezas a darte cuenta que no podes pagar tus servicio ahí pones en la balanza si seguir o si darse de baja”.
Pero a favor de los vecinos de Castelar, decidieron poner una condición a la hora de alquilar y era que el lugar debía seguir siendo un bowling. “Tuvimos un montón de ofertas nos fue mal con una inmobiliaria, Pinsón estuvo con el socio queriendo alquilar”.
Cuando todo parecía no tener retorno, Romina se acordó que tenía una camiseta firmada por Maradona de cuando el Diez visitó el bowling en el 2004, y sabía que esa camiseta podía cambiar el futuro.
“Yo me había olvidado, la había guardado y lo bloqueé. Me puse en campaña a buscar la camiseta, la tenía guardada en el fondo del placard, toda envuelta, divina, cuando se largo empezó a repercutir en todos lados, pero la gente me dice ‘ponele un valor’ y no puedo, no tienen valor, económicamente no vale nada, sentimental un montón”, señaló Valentino.
Por ahora piensan en poner como fecha estimada marzo, allí pondrán una base a la subasta y darán unos 15 días para que la gente haga su oferta. “A mi me costo mucho, mi nena llora me pide que no venda la camiseta, mi mamá tampoco, pero si le sacamos 50 o 100 mil pesos son 100 mil pesos menos de deuda, mi idea es sacarle a mi mamá el muerto que le quedó en la espalda, estamos con siete moratorias que sacamos para pagar a seis años”, afirmó.
Si bien el futuro es incierto, una posible fecha de apertura podría llegar en uno o dos meses y dependerá de quien esté dispuestos a alquilar. En este sentido, Romina aclaró que no quiere reabrir el bowling con la camiseta, sino que busca levantar sus deudas.
“El bowling tiene que venir un inquilino, pagarme el alquiler que es bajísimo, lo estoy poniendo a ¼ de lo que vale, y que él mismo se haga cargo de levantar la luz, el gas, el agua, yo hago un buen descuento por un par de años. Además, mañana abris y tenes fila, tengo mensajes de gente de Capital preguntándome si está aberto”, aseguró.
“La cabeza ya no te da más. Tengo un juicio de un empleado porque no quisieron arreglar, ellos quiere doble indemnización, después las intimaciones de corte de luz, gas, agua, cuando empezás a sumar no te da muchas ganas, le dije a mi mama que ponga el cartel de venta pero me eché para atrás porque se que es su vida ese negocio”, lamentó.
A lo largo de sus años el bowling recibió visitas de figuras como Ivan Noble, Emiliano Pinsón, el cantante de la Bersuit, los Auténticos Decadentes, y más.
La visita de Maradona
Para hablar de este día hay que remontarse al año 2004 cuando el astro se encontraba transitando un tratamiento en una clínica de Udaondo. “Había quedado internado y había empezado a decir hace un tiempo que quería salir a jugar al bowling y tanto molestaron hizo que alguien de la clínica llamara al bowling de Morón, el dueño se mató de risa y le cortó”, relató Romina.
Entonces llamaron al bowling de Castelar y atendió ella. “Me dice que llamaba de la clínica que querían tener una entrevista para que Maradona juegue al bowling, yo estaba trabajando, le corté y desconecte el teléfono porque seguían llamando”
En ese momento la mamá de Romina la llamó para decirle que la llamaban de la clínica y que lo que le decían era verdad: Querían inspeccionar el bowling para que Maradona pudiera ir a jugar.
“A la semana nos llaman otra vez de la clínica los directivos para explicarnos que Maradona quería jugar al bowling, que no podía haber cámaras, ni gente, tenían que evaluar cuándo había menos movimiento, pedir autorización a un juez, esto llevó un mes, y decidieron que domingo era el mejor día”, recordó.
Las 13:00 era el horario pactado, pero llegó 45 minutos tarde. En el bowling lo esperaban Romina, su mamá, un amigo y su prima, fanáticos de Maradona.
Fue entonces que una camioneta se subió a la vereda y allí venía el diez quien se disculpó por la demora. En total eran cerca de unas 25 personas las que lo acompañaban.
“Entró y dijo “hola soy Diego” estábamos en la barra, mi prima le dice “ya se quien sos, Maradona”. Se acercó la médica principal y me dijo que no podía haber celulares, lo habíamos entregado, chequearon las cámaras, y nos dijeron que no podíamos hablarle como si fuese Maradona, sino como si fuese una persona común, porque el se creía que era Dios y “había que bajarlo de la nube” porque tenía que hacer el tratamiento”, continuó.
Cuando llegó la hora de irse, porque jugaba la Selección, Maradona y el equipo que lo acompañaba se marchó. Ya en el auto Romina se acercó a la ventanilla para pedirle que le firme su camiseta. “Cacé un fibrón de la barra y con la camiseta al revés salí corriendo y note que la ventanilla estaba abierta y me metí y le dije “por favor Diego no te vayas sin firmar la camiseta” y la doctora me dice “no puede hacerlo”.
“Yo soy Dios hago lo que quiero” dijo Maradona y le entregó a Romina su camiseta firmada. Desde ese día permanece guardada en un placard envuelta en nylon y junto con las cosas más importantes de su vida: la remera de egresados, el vestido de 15 y de bautismo. Hoy en día la situación la obliga a desempolvarla y subastarla para poder seguir en pie con el histórico negocio.